Fuimos tan salvajes que olvidamos curarnos las heridas, desgarrándonos las piel y los músculos sin tan siquiera tocarnos; bajo el cielo violáceo y centelleante. Clavamos nuestras pupilas la una en la otra transformando los reflejos en polvo de estrellas, atrapando cargas negativas y positivas; convirtiéndolas en rayos tan grandes y potentes como nuestro propio ego, desgarrando con lo poco que nos quedaba todos los recuerdos que en el pasado nos fueron útiles. Dormíamos con un ojo entreabierto espiándonos sin querer, quizás nuestra intención era comprobar quién acabaría por marcharse. Al final me he quedado aquí esperando en este círculo, en nuestro círculo polar.
Fuimos tan salvajes que olvidamos curarnos las heridas, desgarrándonos las piel y los músculos sin tan siquiera tocarnos; bajo el cielo violáceo y centelleante. Clavamos nuestras pupilas la una en la otra transformando los reflejos en polvo de estrellas, atrapando cargas negativas y positivas; convirtiéndolas en rayos tan grandes y potentes como nuestro propio ego, desgarrando con lo poco que nos quedaba todos los recuerdos que en el pasado nos fueron útiles. Dormíamos con un ojo entreabierto espiándonos sin querer, quizás nuestra intención era comprobar quién acabaría por marcharse. Al final me he quedado aquí esperando en este círculo, en nuestro círculo polar.
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Adrián Pérez García
Todo lo que sabes sobre mí, es mentira
Sensacional. Me intimida y, por su puesto, no falte decir que me encanta.
ResponderEliminarHas reventado los límites. Es precioso, en serio.