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Siempre he asemejado mi vida con un edificio a medio construir, desde fuera se ve fuerte, frío e incontestable al paso del tiempo. Pero aún así incompleto y donde de verdad radica el problema es en el interior, tan siniestro, desolador e inestable como un piso al que deciden quitar un andamio con el cemento recién puesto. Nunca he querido tener que buscarlos en otras personas pero creo que es inevitable, porque tarde o temprano siempre termino por ceder y tambalear como un recién estrenado funambulista en un gran debut mundial. Detesto el hecho de hacerlo porque se crea un arma de doble filo en la que se puede ser enormemente feliz o todo lo contrario al haber puesto todo el peso sobre un único pilar que está anclado en arenas movedizas simplemente porque a corto plazo funciona.
A fin de cuentas detesto ser un edificio a medio construir pero sobre todas las cosas lo que más odio es el hecho de no poder dejar de serlo.
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